En esta página podrás encontrar información sobre los sucesos ocurridos y sus contenidos en la Edad Media

domingo, 19 de agosto de 2007

EL OCASO DE LA EDAD MEDIA

El final de la Edad Media llega con el final del sistema feudal. Los caballeros feudales empezaron a ser técnicamente superados por el desarrollo de técnicas militares como el arco de tiro largo, arma que los ingleses usaron para barrer a los franceses en la Batalla de Agincourt, en 1415, o la pica, usada por la infantería de mercenarios suizos. Estos mercenarios se volvieron la pesadilla de los caballeros, ya que no peleaban por ideales ni honor, sino por dinero, el cual estaba a disposición de los burgueses, y no de los señores feudales, los que de esta manera pudieron armar sus propios ejércitos. Todo esto llevó al decaimiento de la era medieval.

La Iglesia Católica, disminuye su poder debido a la Reforma Protestante, además de las nuevas ideas religiosas que trajo la burguesía. La muestra de ello está en el fermento de las herejías a partir del siglo XII (cátaros, valdenses, husismo, wycliffismo, etcétera), en concepciones teológicas que intentaban rebajar el misticismo e imprimir mayor racionalidad al Catolicismo (como por ejemplo Tomás de Aquino o Guillermo de Ockham), y en la seguidilla de desórdenes en la Iglesia que culminaron en el cisma de Occidente y en la mencionada Reforma Protestante.

Disminuido el poder de estos dos grupos, en beneficio de los reyes y la burguesía, el derrumbe de la sociedad medieval era cuestión de tiempo. Aunque la mayor parte de la población siguió siendo campesina, y la servidumbre existió aún durante bastante tiempo, lo cierto es que ahora las novedades culturales, económicas, sociales, políticas, intelectuales o religiosas ya no provenían del castillo o el monasterio, sino de la ciudad. La mentalidad Teocéntrica se cambió por una antropocéntrica, lo que dio un paso importante y fundamental a la aparición de la Edad Moderna.

DESARROLLO Y EXPANSIÓN DEL COMERCIO


El intercambio comercial entre regiones apartadas se vio favorecido por el mejoramiento de las rutas terrestres y el aprovechamiento de las vías fluviales. Por ejemplo, a consecuencia de las Cruzadas, se consolidó la ruta oriente-occidente, a la cabeza de la cual se situaron los mercaderes del norte italiano, dando vida a las ciudades como Venecia y Génova. Posteriormente, el flujo comercial se extendió al norte Europeo, encontrando en Flandes y el mar Báltico las condiciones necesarias para su desarrollo. Los dos grandes centros del comercio marítimo eran el mar Mediterráneo y la región del mar Báltico y mar del Norte, en torno a los cuales prosperaron importantes ciudades.


El comercio por tierra se incrementó con las ferias, centros de intercambio al por mayor, que se instalaban en los cruces de los caminos importantes. Hasta estos puntos acudían todos los interesados en comprar o vender productos.


El aumento de bienes intercambiados entre las regiones europeas fue tan considerable, que el sistema económico se hizo muy complejo. Para organizar las transacciones de tantos productos, debieron perfeccionarse los sistemas de pago. Diferentes monedas comenzaron a circular (maravedíes, florines, ducados), el crédito se hizo cada vez más común y aparecieron las primeras entidades de préstamo de dinero, conocidas como banca.


Con la mayor circulación de las riquezas aumentaron los ladrones y los asaltos. Para protegerse de ellos, los comerciantes se organizaron en grandes asociaciones: las llamadas guildas, ligas o hermandades, dependiendo del país de origen. Ellas organizaban las ferias y controlaban la seguridad en las rutas.


Los artesanos también se organizaron para protegerse de la competencia desleal y el descontrol de los precios; todos los que trabajaban en un mismo oficio se agrupaban en calles o barrios y se organizaban en corporaciones o gremios: asociaciones encargadas de reglamentar, entre otros aspectos, la duración del trabajo, el salario, la calidad de los productos y los precios. Cada gremio tenia una estricta jerarquía: de aprendiz se pasaba a ser oficial y, una vez dominado perfectamente el oficio, se alcanzaba la categoría de maestro. Solo un maestro podía instalar un taller.


Esta gran expansión económica influyó en el surgimiento del capitalismo comercial, que agilizó el intercambio económico y desarrolló las condiciones favorables para el fortalecimiento de la ascendente burguesía.



ÉPOCA DE LOS BURGOS (SIGLOS XIII, XIV y XV)



El surgimiento de la burguesía



A partir del siglo XIII, la mejora de las técnicas agrícolas y el consiguiente incremento del comercio hizo que la burguesía fuera presionando para que se facilitara la apertura económica de los espacios cerrados de las urbes, se redujeran los tributos de portazgo y se garantizaran formas de comercio seguro y una centralización de la administración de justicia e igualdad de las normas en amplios territorios que les permitieran desarrollar su trabajo, al tiempo que garantías de que los que vulnerasen dichas normas serían castigados con igual dureza en los distintos territorios.

Aquellas ciudades que abrían las puertas al comercio y a una mayor libertad de circulación, veían incrementar la riqueza y prosperidad de sus habitantes y las del señor, por lo que con reticencias pero de manera firme se fue diluyendo el modelo. Las alianzas entre señores eran más comunes, no ya tanto para la guerra, como para permitir el desarrollo económico de sus respectivos territorios, y el rey fue el elemento aglutinador de esas alianzas.

En el siglo XII surgen los burgos, ciudades en donde apareció la burguesía como nueva clase social. Los burgueses estaban totalmente fuera del sistema feudal, porque no eran ni señores feudales, ni campesinos, ni hombre de iglesia, sino comerciantes. "Los aires de la ciudad dan libertad" se decía, y con razón, puesto que quienes podían radicarse en las ciudades, tenían todo un nuevo mundo de oportunidades que explotar. No era raro que burgueses y representantes del orden feudal se miraran con desconfianza y desdén, aunque se necesitaran unos a otros, por el minuto al menos.

En los burgos surgieron muchas instituciones sociales nuevas. El desarrollo del comercio llevó aparejado consigo el del sistema financiero y la contabilidad. Los artesanos se unieron en asociaciones llamadas gremios, ligas, corporaciones, cofradías, o artes, según el lugar geográfico. Surgió también el trabajo asalariado, economía monetaria, surgimiento de la banca (crédito, préstamos, letras de cambio) algo virtualmente desconocido en el mundo feudal y el cual origina un incipiente capitalismo. También aparecen las Universidades como respuesta de los gremios de educadores.

El siglo XIV, destaca luctuosamente, por ser el siglo de la Peste Negra, apocaliptico episodio que sufrió el mundo occidental conocido, Asia y norte de África, que diezmó su población casi un tercio en menos de cinco años (1347-1351).

LAS CRUZADAS


Las cruzadas fueron una serie de campañas militares comúnmente hechas a petición del Papa Urbano II, que tuvieron lugar entre los siglos XI y XIII, contra los musulmanes para la recuperación de Tierra Santa y el Santo Sepulcro.
Básicamente, fueron motivadas por los intereses expansionistas de la nobleza feudal, el control del comercio con Asia y el afán hegemónico del papado sobre las monarquías y las iglesias de Oriente.


Las Cruzadas fueron expediciones emprendidas, en cumplimiento de un solemne voto, para liberar los Lugares santos de la dominación musulman. El origen de la palabra remonta a la cruz hecha de tela y usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte en esas iniciativas.


Escritores medievales utilizan los términos crux (pro cruce transmarina, Estatuto de 1284, citado por Du Cange s.v. crux), croisement (Joinville), croiserie (Monstrelet), etc. Desde la edad media el significado de la palabra cruzada se extendió para incluir a todas las guerras emprendidas en cumplimiento de un voto, y dirigidas contra infieles, ej. contra musulmanes, paganos, herejes, o aquellos bajo edicto de excomunión.

Las guerras emprendidas por los españoles contra los moros constituyeron una cruzada incesante del siglo XI al XVI; en el norte de Europa se organizaron cruzadas contra los prusianos y lituanos; el exterminio de la herejía albigense se debió a una cruzada, y, en el siglo XIII los papas predicaron cruzadas contra Juan Sin Tierra y Federico II.

Pero la literatura moderna ha abusado de la palabra aplicándola a todas las guerras de carácter religioso, como, por ejemplo, la expedición de Heraclio contra los persas en el siglo VII y la conquista de Sajonia por Carlomagno. La idea de la cruzada corresponde a una concepción política que se dio sólo en la Cristiandad del siglo XI al XV; esto supone una unión de todos los pueblos y soberanos bajo la dirección de los papas. Todas las cruzadas se anunciaron por la predicación.

Después de pronunciar un voto solemne, cada guerrero recibía una cruz de las manos del papa o de su legado, y era desde ese momento considerado como un soldado de la Iglesia. A los cruzados también se les concedían indulgencias y privilegios temporales, tales como exención de la jurisdicción civil, inviolabilidad de personas o tierras, etc. De todas esas guerras emprendidas en nombre de la Cristiandad, las más importantes fueron las Cruzadas Orientales, que son las únicas tratadas en este artículo.

miércoles, 8 de agosto de 2007

LA SOCIEDAD FEUDAL




La sociedad feudal estaba configurada por estamentos o grupos sociales cerrados a los que solo se accedía por nacimiento o, en el caso particular del clero, por ingreso. Estos estamentos eran nobleza, clero y campesinado. La pertenencia de un grupo estaba determinada por los privilegios, derechos y los deberes correspondientes a cada estamento.


La nobleza y el clero conformaban el grupo de los privilegiados y eran los estamentos dominantes de la estructura social debido a sus funciones y garantías: defendían el territorio, ejercían los cargos públicos y religiosos, tenían el privilegio de recaudar impuestos y rentas y eran juzgados de forma diferente a los demás. También eran los dueños de la tierra (señoríos).


El campesinado conformaba el grupo de los no privilegiados, que eran muy heterogéneo pues en él se encontraban, además de los campesinos, los burgueses y artesanos.

LAS CIUDADES

Decaimiento de la sociedad urbana durante la Alta Edad Media







Si en los últimos dos siglos del Imperio Romano (Bajo Imperio) las grandes urbes latinas pasaron por una progresiva decadencia que llevó a una acusada ruralización de la sociedad, con la caída del imperio, pocas ciudades importantes quedaron en la Europa occidental. La vida urbana sólo sobrevivió en Italia, e incluso allí fue una sombra del pasado.



Especialmente dura fue la situación de las ciudades en la España cristiana, ya que durante la Alta Edad Media no se favoreció el crecimiento de las ciudades, sino que se dedicaron las mayores energías a la repoblación de las nuevas tierras a medida que progresaba la Reconquista. Por poner un ejemplo, la capital del reino asturleonés -León- no superaría los 1.000 habitantes en el siglo X. Una excepción fue la Córdoba califal que contaba con varios cientos de miles de pobladores.

El renacimiento de la ciudad medieval en los siglos XI y XII



Fue en los siglos XI y XII cuando se produce un fenómeno histórico de vital importancia para la historia europea: el nacimiento o florecimiento de las ciudades, especialmente en Italia y en Flandes, aunque es un fenómeno que se extiende por toda Europa en mayor o menor medida.
Eso sí, se trataba de ciudades todavía muy pequeñas si las comparamos con las actuales, pues pocas rebasaban los veinte mil habitantes. Hacia el año 1300 se contaban con los dedos de la mano las que tenían más de cien mil (Milán, Venecia y Palermo en Italia, y sólo París al norte de los Alpes).
Las dimensiones de la nueva ciudad medieval no iban, sin embargo, parejas con los cambios de mentalidad que trajeron consigo, pues exigían formas de organización radicalmente distintas a las de pueblos y aldeas.

En el siglo XII se inició la construcción de las primeras grandes catedrales góticas, financiadas con la riqueza de las nuevas ciudades y de quienes las visitaban. Hasta entonces, todas las grandes iglesias pertenecían a los monasterios, pero a partir de entonces las catedrales se convirtieron en los más grandes y bellos edificios de cuantos se levantaban. Las de Chartres o Reims en Francia y las Toledo, León, Burgos y Lérida en España, son bellos ejemplos.

FEUDALISMO


Feudalismo, sistema contractual de relaciones políticas y militares entre los miembros de la nobleza de Europa occidental durante la alta edad media. El feudalismo se caracterizó por la concesión de feudos (casi siempre en forma de tierras y trabajo) a cambio de una prestación política y militar, contrato sellado por un juramento de homenaje y fidelidad. Pero tanto el señor como el vasallo eran hombres libres, por lo que no debe ser confundido con el régimen señorial, sistema contemporáneo de aquél, que regulaba las relaciones entre los señores y sus campesinos. El feudalismo unía la prestación política y militar a la posesión de tierras con el propósito de preservar a la Europa medieval de su desintegración en innumerables señoríos independientes tras el hundimiento del Imperio Carolingio.


Cuando los pueblos germanos conquistaron en el siglo V el Imperio romano de Occidente pusieron también fin al ejército profesional romano y lo sustituyeron por los suyos propios, formados con guerreros que servían a sus caudillos por razones de honor y obtención de un botín. Vivían de la tierra y combatían a pie ya que, como luchaban cuerpo a cuerpo, no necesitaban emplear la caballería. Pero cuando los musulmanes, vikingos y magiares invadieron Europa en los siglos VIII, IX y X, los germanos se vieron incapaces de enfrentarse con unos ejércitos que se desplazaban con suma rapidez. Primero Carlos Martel en la Galia, después el rey Alfredo el Grande en Inglaterra y por último Enrique el Pajarero de Germania, cedieron caballos a algunos de sus soldados para repeler las incursiones sobre sus tierras. No parece que estas tropas combatieran a caballo; más bien tenían la posibilidad de perseguir a sus enemigos con mayor rapidez que a pie. No obstante, es probable que se produjeran acciones de caballería en este mismo periodo, al introducirse el uso de los estribos. Con total seguridad esto ocurrió en el siglo XI. Ver Orden de caballería.


Los caballos de guerra eran costosos y su adiestramiento para emplearlos militarmente exigía años de práctica. Carlos Martel, con el fin de ayudar a su tropa de caballería, le otorgó fincas (explotadas por braceros) que tomó de las posesiones de la Iglesia. Estas tierras, denominadas ‘beneficios’, eran cedidas mientras durara la prestación de los soldados. Éstos, a su vez, fueron llamados ‘vasallos’ (término derivado de una palabra gaélica que significaba sirviente). Sin embargo, los vasallos, soldados selectos de los que los gobernantes Carolingios se rodeaban, se convirtieron en modelos para aquellos nobles que seguían a la corte. Con la desintegración del Imperio Carolingio en el siglo IX muchos personajes poderosos se esforzaron por constituir sus propios grupos de vasallos dotados de montura, a los que ofrecían beneficios a cambio de su servicio. Algunos de los hacendados más pobres se vieron obligados a aceptar el vasallaje y ceder sus tierras al señorío de los más poderosos, recibiendo a cambio los beneficios feudales. Se esperaba que los grandes señores protegieran a los vasallos de la misma forma que se esperaba que los vasallos sirvieran a sus señores.


El feudalismo alcanzó el punto culminante de su desarrollo en el siglo XIII; a partir de entonces inició su decadencia. El subenfeudamiento llegó a tal punto que los señores tuvieron problemas para obtener las prestaciones que debían recibir. Los vasallos prefirieron realizar pagos en metálico (scutagium, ‘tasas por escudo’) a cambio de la ayuda militar debida a sus señores; a su vez éstos tendieron a preferir el dinero, que les permitía contratar tropas profesionales que en muchas ocasiones estaban mejor entrenadas y eran más disciplinadas que los vasallos. Además, el resurgimiento de las tácticas de infantería y la introducción de nuevas armas, como el arco y la pica, hicieron que la caballería no fuera ya un factor decisivo para la guerra. La decadencia del feudalismo se aceleró en los siglos XIV y XV. Durante la guerra de los Cien Años, las caballerías francesa e inglesa combatieron duramente, pero las batallas se ganaron en gran medida por los soldados profesionales y en especial por los arqueros de a pie. Los soldados profesionales combatieron en unidades cuyos jefes habían prestado juramento de homenaje y fidelidad a un príncipe, pero con contratos no hereditarios y que normalmente tenían una duración de meses o años. Este ‘feudalismo bastardo’ estaba a un paso del sistema de mercenarios, que ya había triunfado en la Italia de los condotieros renacentistas.

CRISTIANISMO Y LOS BÁRBAROS




La expansión del cristianismo entre los bárbaros constituyó una poderosa fuerza fusionadora de culturas y ayudó a asegurar que algunos vestigios de la ley romana y del latín continuaran en Francia, Italia, España y Portugal. Los francos se convirtieron al catolicismo durante el reinado de Clodoveo I y, a partir de entonces, expandieron el cristianismo entre los germanos del otro lado del Rin. Por su parte, los bizantinos extendieron el cristianismo ortodoxo entre los búlgaros y los eslavos.



El cristianismo fue llevado a Irlanda por San Patricio a principios del siglo V, y desde allí se extendió a Escocia, desde donde regresó a Inglaterra por la zona norte. A finales del siglo VI, el Papa Gregorio Magno envió misioneros a Inglaterra desde el sur. En el transcurso de un siglo, Inglaterra volvió a ser cristiana.



En Irlanda, por su parte, había sobrevivido una comunidad cristiana, aislada de Europa por la barrera pagana de los anglosajones. Con el tiempo evolucionaron de manera diferente al cristianismo continental, haciendo florecer el cristianismo celta. Estos cristianos celtas conservaron mucho de la antigua tradición latina, la cual compartieron con Europa continental apenas la oleada invasora se hubo calmado un poco. En el siglo VI, los irlandeses saltaron a Inglaterra, y en el siglo VII fundaron monasterios en la Galia, en Suiza (Saint Gall), e incluso en Italia, destacándose particularmente los nombres de Columba y Columbano. Como consecuencia de esto, las Islas Británicas fueron durante unos tres siglos el vivero de importantes nombres para la cultura: el historiador Beda el Venerable, el misionero Bonifacio de Alemania, el educador Alcuino de York, el teólogo Juan Escoto Erígena, entre otros.